Las enseñas de Roma (II): imagines et dracones. Funciones de los estandartes.

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En la anterior entrada, comenzamos a exponer los principales tipos de estandartes del ejército romano, centrándonos en los de tipo aquila, vexillum y signum. En este caso, vamos a tratar otros estandartes menos conocidos, pero también interesantes como lo son los de tipo imago y draco, y después se desarrollará de manera específica las implicaciones de todos los estandartes tratados en ambas entradas, en lo referente a los ámbitos tanto simbólico-cultuales como tácticos, para comprender así cuál es el trasfondo de estas enseñas.

Tipos de estandartes

Imago

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Fig.1: Reconstrucción actual de un imago.

El imago era un tipo de estandarte cuyo origen se ha colocado generalmente en los inicios del período imperial, probablemente con Augusto, aunque otras posturas proponen retrasar su aparición hasta los momentos finales de la dinastía julio-claudia, probablemente con Claudio o Nerón (Kavanagh, 2015: 91). Esta insignia podía representar tanto el busto del emperador gobernante, como el de sus familiares cercanos (Goldsworthy, 2003: 134, Rodríguez, 2016: 15), y fue evolucionando con el tiempo desde representaciones realistas de la cara de la persona, hacia modelos más simples y esquemáticos en los que el emperador aparece de medio cuerpo o incluso de cuerpo entero, ya en el siglo IV d.C. (Kavanagh, 2015: 112). Por tanto, la finalidad de este tipo de estandartes era de nuevo eminentemente simbólica, sin un valor táctico o funcional destacado. La principal función de estos imagines, era la de representar el juramento de lealtad de las tropas para con el emperador, y por tanto, en caso de sublevación de las tropas, como en las conjuras que destronaron a Galba (68 d.C.) o a Maximino el Tracio (238 d.C.), estas imagines se rompieron como muestra de rebeldía (Goldsworthy, 2003: 134; Kavanagh, 2015: 126).

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Fig. 2: Lápida funeraria de un imaginifer portando un retrato del emperador Vespasiano (Mainz).

El imago era un estandarte bastante simple, que constaba únicamente del busto en relieve del personaje representado, generalmente realizado en plata o bronce, que se unía a un astil que no parece superar 1,7 metros de altura. El imago era portado por un imaginifer (Fig. 2), y era común tanto a las unidades de infantería, como a las de caballería (Bishop & Coulston, 2016: 119).

Por último, se puede resaltar que de este tipo de estandartes, también se han localizado posibles restos en el registro arqueológico, como las imago phalerae de Trimontium (Newstead, Escocia), que nos informan de las técnicas de elaboración de estas enseñas. Gracias a esto, hemos sabido que estas enseñas se compondrían de una pequeña lámina de metal repujada (generalmente plata), que sería trabajada cuidadosamente para mostrar los detalles físicos de la persona representada, sujeta a un núcleo sólido de bronce con la forma básica del busto y que serviría para aportar solidez a esa fina lámina (Fig. 3) (Bishop & Coulston, 2016: 119).

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Fig. 3: Posible refuerzo de imago phalerae procedente del campamento militar de Trimontium (Newstead, Escocia). 80-100 d.C.

Draco

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Fig. 4: Reconstrucción actual de un draco.

Para concluir con los diferentes tipos de estandartes del ejército romano, vamos a tratar un tipo muy concreto que se dio entre las unidades de caballería desde el siglo II d.C., y que en el siglo IV d.C. daría el salto a las unidades de infantería: los dracones (Kavanagh, 2015: 198). El origen de estos estandartes todavía hoy es objeto de discusión. Sin poder

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Fig. 5: Tropas dacias portando un draco. Columna de Trajano (Roma). Relieves de la columna de Trajano (Conrad Cichorius, Lám. XXXI).

explayarnos en este interesante debate, se pueden ver las posturas de algunos autores que proponen que éstos serían copiados de las tropas dacias a las que se tuvieron que enfrentar las legiones de Trajano (y por ello muy bien representados en la columna de este emperador), mientras que otras versiones les atribuyen un origen oriental, posiblemente sármata o persa (Kavanagh, 2015: 194-197). Estos dracones vuelven a conjugar la función simbólica y funcional, pero ambas en un nivel bastante inferior en comparación a los ejemplos que se han estado tratando hasta ahora. Por la parte funcional, sería un estandarte identificativo más, que serviría para identificar grupos concretos de unidades, aunque no sabemos con certeza si afectaba a una legión, a una cohorte o incluso a unidades menores (Kavanagh, 2015: 201-204). Por la parte simbólica, este estandarte representaba una cabeza de un animal poderoso y protector, como un lobo o bien un «dragón» o serpiente (Fig. 4). Kavanagh, propuso una evolución tipológica desde los modelos que él denominó lupino-caninos, por representar cabezas de lobos, hacia los modelos ofídico-ícticos, que representaban cabezas de reptil o serpiente; y estableció que los primeros corresponden a estandartes extranjeros, y que únicamente los dracones de tipo ofídico-ícticos corresponderían a estandartes de unidades romanas (Kavanagh, 2015: 192-194). Además de esto, la construcción del estandarte, como se verá a continuación, le permitía emitir un sonido silbante cuando su portador iba al galope, permitiendo al viento que entraba por la boca del animal generase un sonido que jugaría un importante impacto psicológico en las tropas enemigas al moverse la caballería por el campo de batalla (Fig. 6) (Goldsworthy, 2003: 134).

 

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Fig. 6: Recreacionista en el papel de un draconarius de caballería. Nótese que el galope provoca que el cuerpo de tela del estandarte se llene de aire, produciendo así el sonido deseado. (Festival romano de Augusta Raurica, 2013)

El draco estaba compuesto por un cuerpo de metal, que representaba la cabeza del animal en cuestión (generalmente de bronce, aunque podría estar recubierto de láminas de plata u oro), unido a un cuerpo tubular de tela (lana o lino) con una pequeña abertura en su sección distal para facilitar el flujo de aire a través del estandarte y que produjese así ese sonido silbante (Figs. 4 y 6) (Goldsworthy, 2003: 134; Kavanagh, 2015: 189). Al igual que en todos los estandartes vistos hasta ahora, el draco era portado por un soldado de rango especial denominado draconarius.

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Fig. 7: Cabeza de draco procedente de Niederbieber (Alemania).

Por último, la información de que disponemos acerca de este tipo de estandartes vuelve a proceder de manera predominante de la información iconográfica de los relieves de la Columna de Trajano, la Columna de Marco Aurelio o el sarcófago de Portonaccio. Sin embargo, también aparece referenciado en algunas fuentes escritas, como Arriano o Aureliano, y sobre todo, disponemos de un ejemplar conservado en el registro arqueológico gracias al draco de Niederbieber (Alemania) (Fig. 7), que de nuevo, permite contrastar toda la información extraída del resto de fuentes acerca de sus características.

Funcionalidad de los estandartes: entre el simbolismo y la acción

Como se ha ido introduciendo al tratar los principales tipos de estandartes que estructuraron el ejército romano, estas insignias podían tener funciones diferentes y complementarias a la vez. De entre estas hemos destacado sobre todo dos aspectos: los simbólicos, asociados o no a aspectos religioso-cultuales; y los funcionales, cuya principal vertiente es la finalidad táctica.

Mundo simbólico

Dentro de la faceta simbólica de las enseñas, ya se ha comentado brevemente la importancia que tenían desde el punto de vista de la conexión con la divinidad, y las desastrosas consecuencias que podía tener su pérdida en combate frente al enemigo. Sin embargo, no se ha entrado en profundidad en comprender esta dinámica, y es en esto en lo que nos vamos a centrar a continuación, en la medida en que nos lo permita el formato de esta entrada. Las enseñas, y sobre todas ellas las águilas, eran vistas como las protectoras de la unidad, pues eran la forma que tenían los soldados de establecer una conexión con una divinidad que les protegiese y les permitiese alcanzar la victoria. De esta forma, se concedía a estas insignias un numen, y por ello eran veneradas de forma colectiva por la unidad. Como ejemplo de esta concepción de vinculación con la divinidad, se pueden destacar la multitud de prodigia (eventos sobrenaturales) en los que están involucrados los estandartes militares. Dentro de estos destacan las historias en las que una fuerza divina comunica el destino de la batalla a la legión antes de que esta se produzca. Por ejemplo, a través de Valerio Máximo conocemos cómo Júpiter «comunicó» a Pompeyo su destino en caso de enfrentarse directamente a César:

«Júpiter omnipotente había también advertido muchas veces a Cneo Pompeyo de que no intentase poner a prueba la suerte decisiva de la guerra enfrentándose a César. Nada más salir de Dirraquio, el dios se lo anunció lanzando sus rayos en una dirección contraria a la de su ejército, oscureciendo las enseñas con enjambres de abejas» (Valerio Máximo. Facta et dicta memorabilia, Vol. 1, 6.12).

De igual forma, Apiano nos recoge otro portento que habría de servir de aviso a las tropas senatoriales de Bruto y Casio, que se dirigían hacia Filipos para enfrentarse a los triunviros Marco Antonio y Octavio:

«Dos águilas se posaron sobre las otras dos de plata de los estandartes, picoteándolas o, según dicen otros protegiéndolas. Y permanecieron allí, alimentadas por los generales a costa de las provisiones públicas, hasta que emprendieron el vuelo el día anterior a la batalla» (Apiano. Bellum civile, Vol. 4, 101).

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Fig. 8: Recreación de la escena narrada por Apiano. En la ilustración se ve a las águilas posadas sobre un aquila y un signum. Nótese también el fardo vegetal atado en un fardo al mástil del signum, que parece imitar la descripción que hace Ovidio de estos estandartes. (Ilustración de Sandra Delgado)

Como se puede apreciar en estos fragmentos, es la carga simbólica de los estandartes la que provoca que en el imaginario romano, sean estos los vehículos de expresión de la voluntad de los dioses. Volviendo sobre un ejemplo que se trató anteriormente, la colocación de imagines sobre los signa respondía a un ideal claramente propagandístico, pues si el estandarte era sagrado, y el emperador aparecía en el estandarte, el emperador era divino (Kavanagh, 2013: 47).

Junto a esto, ciertos autores han querido ver también en estos estandartes unos vehículos canalizadores de la identidad grupal de los soldados. A este respecto, Kavanagh llegó a asegurar que los estandartes responden a un «fenómeno de formulación de la identidad colectiva en términos religiosos» (Kavanagh, 2013: 46), y que por tanto, al venerar a las enseñas, los soldados buscaban reforzar activamente a la comunidad legionaria. Es por esto que la pérdida de las insignias suponía un golpe tan devastador para una unidad del ejército romano, pues no solo había perdido su vínculo de conexión con la divinidad, sino también toda su fortaleza. De hecho, esta visión puede confirmarse si consideramos la creencia de que al apoderarse de un águila enemiga, la unidad vencedora adquiría la suerte y cualidades de la unidad derrotada (Kavanagh, 2013: 47).

Finalidad táctica

De nuevo, como se ha ido introduciendo a la hora de desarrollar cada uno de los tipos de estandarte, estas insignias tienen un eminente valor de tipo organizativo y táctico. Los estandartes, sobre todo los signa, facilitaban la formación, cohesión y posicionamiento de las tropas en combate. Estas enseñas tenían la función clave de transmitir las órdenes desde el general, hasta el último de los soldados en combate, a través de una compleja cadena de mando. Los portaestandartes debían interpretar las órdenes musicales transmitidas por los músicos de la legión, y traducir estos mensajes en un movimiento de los estandartes que culminase con el movimiento general de la tropa. Esto se ve reflejado en el hecho de que las órdenes de movimiento romanas muchas veces hagan referencia al papel de las enseñas en el mismo: signa inferre [avanzar los estandartes], signa referre [retroceder los estandartes], signa constituere [hacer un alto], ad signa convenire [reagruparse en los estandartes], etc. Por otro lado, Flavio Josefo dirá que las tropas romanas estaban entrenadas para «mantener la mirada sobre los estandartes» (Flavio Josefo. Bello Iudaico, Vol. 3, 5.7), remarcando esta función de coordinar los movimientos de las tropas sobre el campo de batalla.

Para comprender mejor este funcionamiento, se puede analizar el caso de las maniobras de asalto repentino conocidas como impetus. En esta maniobra, podía participar toda una unidad entera, o sólo una pequeña parte de ella. En caso de que fuese una parte de la unidad, estos soldados atacaban rápidamente al enemigo, pero el estandarte quedaba en su posición original de la formación de batalla, para que una vez concluido el asalto, la unidad pudiera reagruparse en su posición inicial simplemente volviendo a donde estaba el estandarte (Kavanagh, 2013: 49). En caso de que participase toda la unidad, ésta era movilizada cuando el portaestandartes avanzaba, y el resto de la tropa le seguía (Kavanagh, 2013: 49).

Por último, y reenlazando de nuevo con el valor simbólico de las enseñas, estas también tenían la función de mantener los ánimo y la moral entre la tropa, así como de instigarla a combatir. Esta capacidad de instigación se conoce que fue aprovechada por parte de los generales, centuriones o los propios portaestandartes, que arrojaban sus enseñas contra la tropa enemiga para obligar a la unidad a luchar por su salvaguardia, o perderla y caer en la deshonra. Como ejemplo de esto se puede referenciar el caso de la invasión de Britania de César cuando en un momento previo al desembarco, las tropas romanas no se decidían a desembarcar y combatir a las tropas enemigas que les esperaban en la orilla, y un aquilifer saltó de la barca y corrió hacia la orilla animando a la tropa a seguirle o perder el estandarte (Fig. 9) (Kavanagh, 2013: 50).

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Fig. 9: Ilustración que recrea el momento en el que el aquilifer anima a las legiones de César a combatir en Britannia.

Conclusiones

Como se ha visto en estas dos entradas dedicadas a los estandartes, estos aúnan funciones tanto de tipo táctico como simbólico-religioso, configurándose así como elementos muy importantes en el devenir cotidiano de la legión. Además, los estandartes podían desempeñar ambos tipos de funciones a la vez, lo cual aporta una dimensión más amplia al estudio de estas insignias. Esta dualidad es de igual modo apreciable en las representaciones iconográficas de que disponemos en los relieves militares. Un ejemplo evidente de esto lo encontramos en las diferentes escenas de adlocutio representadas tanto en columnas historiadas como en arcos del triunfo (Fig. 10) o incluso monedas. En estas escenas, aparece el emperador dando un discurso a sus tropas, rodeado de estandartes de todos los tipos, generalmente aquilae, vexilla y signa. De esta forma el discurso del emperador se reviste de poder, pues al mostrar los estandartes de las unidades junto a su persona resalta su control efectivo sobre las tropas, y de nuevo, estos estandartes con imágenes del emperador servían de plasmación material de la conexión con la divinidad, en este caso el propio emperador (Figs. 10-12).

A través de estas dos entradas se ha mostrado la necesidad de interpretar las imágenes que percibimos a través de estos soportes escultóricos, para ir más allá de la mera descripción de escenas, y trascenderlas hasta desentrañar los aspectos del funcionamiento, la organización o la significación simbólica y cultural de estos elementos materiales, así como su integración en las actividades cotidianas, en este caso de las legiones romanas. De igual forma, el desarrollo de este tipo de inferencias desde la información iconográfica se beneficia en gran medida de su correlación con otro tipo de fuentes como las fuentes escritas o el registro arqueológico, cuyo empleo permite obtener una mayor marco conceptual con una mayor cantidad de datos a correlacionar, lo que en definitiva desemboca en un estudio mucho más detallado y de una mayor profundidad a la que se podría lograr considerando únicamente el aspecto iconográfico de estas obras.

A modo de cierre, entre las dos entradas destinadas a los estandartes se han expuesto de manera concisa los aspectos característicos del sistema organizativo que permitió a las legiones romanas demostrar una superioridad táctica sobre el terreno en relación a sus rivales, y cuyo estudio es en definitiva parte indispensable para la comprensión del funcionamiento del sistema militar romano. Con esto dicho, sólo nos queda colocar nuestro estandarte con ímpetu en la próxima entrada y exclamar ad signa convenire para volver a veros allí.

ROMA VICTRIX

Portaestandartes Metopa de Adamklisi
Fig. 13: Metopa con representación de varios vexilla (Tropaeum Traiani, Adamklisi).

 

Bibliografía de referencia:

  • BISHOP, M.C. & COULSTON, J.C.N. (2016): Equipamiento militar romano. Madrid: Desperta Ferro Ediciones.
  • GOLDSWORTHY, A. (2003): El ejército romano. Madrid: Akal.
  • KAVANAGH, E. (2013): «Águilas de plata, hombres de hierro: estandartes militares en el ocaso de la República». Desperta Ferro, Antigua y Medieval, Vol. 19, pp. 46-50.
  • KAVANAGH, E. (2015): Estandartes militares en la Roma antigua. Tipos, simbología y función. Madrid: Ediciones Polifemo.
  • RODRÍGUEZ, J. (2016): «Estructura y organización de la legión altoimperial«. Desperta Ferro, Especiales, Vol. 10, pp. 14-19.

Traducciones de las fuentes clásicas:

  • GILLIVER, C. M. (2001): The Roman Art of War. Stroud: The History Press.
  • SAGE, M. M. (2008): The Republican Roman Army. Nueva York: Routledge.

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